Largos cabellos rozan tus montes empinados y abultados,
margaritas que florecen en lo terso de tu rostro tantas veces por mi soñado,
ojos que nacen achinados y no revelan a cualquiera esa alma inquieta que esconden historias y amaneceres provocados.
Labios que remarcan el camino a lo deseado, y besan las palabras que conquistan al necesitado,
derraman humanidad y sensatez al que se declare obstinado,
buscan comprensión cuando sólo se mantienen cerrados.
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